01 abril 2006

La pintura institiva de Federico Lohse

Por Carlos Paeile

Federico Lohse se inicia en la pintura en forma tardía. Sus primeros cuadros los realiza después de cumplir 50 años. Esto explica, en parte, alguna característica de su obra, ella tiene un bagaje visual y emocional cuantioso, de modo que sus cuadros ya prácticamente están definidos en su interior. Interior poderoso, fuerte, seguro, exuberante y en donde casi no caben las dudas, ha vivido mucho.

Sus cuadros son de ejecución rápida sobre un pequeño bosquejo realizado a lápiz directamente sobre el soporte, el que puede ser un saco harinero, una arpillera o un trozo de lona, esto no lo preocupa, lo vital es el realizar la idea que en ese momento tiene en sí. Usa colores principalmente puros, perfectamente amarrados, es sin lugar a dudas una característica más de su pintura. Siempre la tonalidad general del cuadro posee una armonía bastante concordante, no hay un color que posea un peso más sobresaliente que otro. Usa pinceles duros lo que le da firmeza al trazo, los contornos son toscos obteniendo así mayor expresividad, en ningún caso cae en lo miniaturesco o preciosista.

No tenemos que olvidar que estamos frente a un pintor autodidacta absoluto, sin referencias plásticas directas o indirectas, ni tampoco pintores preferidos, conoce alguno, pero en ningún momento los ha profundizado y pueden llegar a tener tanta importancia o influencia como la imagen de un calendario que a él le llame la atención. Pinta porque ya ha trabajo mucho “y ya es hora de expresar las experiencias y emociones”. Tan seguro está de lo que está haciendo que jamás retoca un cuadro.

Los temas tomados por Lohse son fundamentalmente el paisaje urbano nortino, paisajes marinos y temas bíblicos, estos últimos tiene para él una gran importancia, pues son en cierta manera anunciadores de un futuro no muy lejano.

En sus pinturas encontramos siempre un claro eje de fuga, el que puede estar dado por la perspectiva de una calle, por la sombra de los árboles o por el vuelo de las gaviotas en el horizonte.

En los que este eje no es tan preciso hay una clara división entre tierra y cielo o mar y cielo. Si bien las naturalezas muertas no las tomó como tema principal, en muchas de sus obras encontramos incluidas en el contexto pequeñas naturalezas muertas mínimas, como es el caso de la botella y de los dos vasos con contenido rojo que están sobre la mesa de los jugadores de dados, en este cuadro tenemos además un magnífico juego de perpendiculares producidos por las patas de los pisos, de la mesa y las piernas de los jugadores de dados; esta solución plástica es francamente magistral, además en este cuadro la división en dos planos es muy clara; uno, lo que pasa bajo la mesa y el otro, lo de sobre la mesa, iluminado por un gran cono de luz como el que le da toda la atmósfera a la pieza donde se realiza la partida de dados, prácticamente se puede percibir que han transcurrido varias horas.

En Federico Lohse encontramos el pintor instintivo más puro, sin influencias foráneas, aislado en su norte chico, observando todo el diario vivir y el recorrido del sol a través de los pueblos: Salamanca-Los Vilos, esa realidad la traspasa a su tela con todas las variantes emocionales que se tienen a lo largo de una vida, puede primar la tranquilidad de lo cotidiano, el asombro de un atardecer, como lo picaresco-anecdótico de un acontecer, en fin, todos los matices de su estado de ánimo, el cual, sin lugar a dudas fue muy complejo.

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