02 abril 2006

Los Vilos en colores, según Federico Lohse

A diez años de la muerte de este pintor naif, la Corporación Bodegón Cultural de Los Vilos ha organizado una exposición homenaje con el fin rescatar y valorizar su obra. Federico Lohse llegó a vivir a Los Vilos a los 50 años y durante treinta se dedicó, a través de sus pinturas, a registrar con mucho adorno la calmada vida del pueblo.

Por María Inés Silva, octubre 2002.

El domingo 29 de noviembre de 1992, al medio día, un cortejo fúnebre más o menos reducido acompañaba a la familia Lohse Vargas al Cementerio General de Santiago a dejar los restos de su hijo Federico. Mientras tanto, en la ciudad de Los Vilos, un importante número de personas se declaraba de duelo debido a la muerte del mismo Federico. Sin embargo, el luto vileño no tuvo que ver con trajes negros ni con visitas a mausoleos, sino con depositar incógnitamente, durante todas las mañanas de diciembre de ese año y de enero de 1993, ramos de flores en la entrada de la “Casa-Almacén-Confitería y Galería de Arte de Pintura Naif, Nicolás Federico Lohse V.”, ubicada casi al final de la larga calle principal del pueblo.

Lohse había despertado la atención de Los Vilos. Y no precisamente por tratarse de un pueblo chico, sino por dedicar los últimos treinta años de su vida a adornar con fructífera imaginación la historia del pequeño puerto nortino, y a registrarla con pinceles y óleos de mala calidad en telas preparadas con sacos de harina. Siempre se le podía encontrar en su casa, rodeado por más de doscientas de sus pinturas colgadas en las murallas y por un auditorio siempre atento, integrado por locales y extranjeros, de todas las edades. Y mientras explicaba a los oyentes la historia de sus cuadros, o comentaba su éxito artístico por el mundo o narraba episodios locales mezclados con mitos, temas bíblicos y fantasías, repartía dulces y confites preparados por él mismo.

Adornando la vida
Nicolás Federico Lohse Vargas nació en Antofagasta el 13 de mayo de 1912. De profesión “Técnico en confitería y especialista en panadería industrial”, se trasladó con sus padres a Salamanca donde practicó su oficio en la panadería familiar. Se casó, tuvo cinco hijos y partió a Quillota para trabajar en el campo, en la crianza de animales y para pasar allí una gran parte de su vida.
No fue hasta principios de los sesenta cuando Lohse reaparece en la provincia del Choapa, pero esta vez en el pueblo de Los Vilos. Tenía 51 años y había decido empezar una nueva etapa instalándose en una casa de fachada continua que tenían sus padres en el pequeño puerto. En dos de las habitaciones, las que daban a la avenida Caupolicán, montó un almacén donde vendía, junto con su hermana mayor, Rosa Lohse, bebidas, cigarros, confites, huesos de animales marítimos, conchas y botellas, entre otros muchos cachivaches.
“Precisamente en esta ciudad, comenzó a los 55 años a pintar sus primeros cuadros, imbuido por una nostalgia no exenta de dolor ya que perdió a su esposa en Salamanca”, explicaba el semanario El Norte Chico, en marzo de 1993, en un artículo publicado meses después de la muerte de Lohse. Erwin Riquelme, vileño de nacimiento y uno de los fieles oyentes de Lohse durante toda su infancia agrega que “don Federico siempre decía que luego de haber enviudado su pena era tan grande que se puso a tomar mucho trago”. “Pero un día”, como cuenta Lohse en una entrevista realizada por El Mercurio el 17 de enero de 1987, “me sentí enfermo y quise salir del letargo en que estaba sumido. Como a las tres de la mañana empecé a pintar y me salieron unos borrachitos. Mi madre, que entonces vivía, me animó a que siguiera adelante. Quizás el asunto de la pintura se había demostrado antes en mí de otra forma ya que siempre hacía en masa figuritas de gente y animales que se las peleaban”.

Con este romántico y apasionado relato sobre sus orígenes artísticos, Lohse se ganó durante años la admiración del amplio auditorio infantil y juvenil que pasaba diariamente por el almacén para oír sus cuentos y recibir algún dulce de regalo. Hace un par de semanas, esta misma historia provocó impresión y luego risas en su hija mayor, Mireya. “No había caso con él...”, comenta con suspiros. “Mis padres se separaron a principios de los 60, pero no fue ningún drama. Él se fue a Los Vilos, ella se quedó en Quillota y se mantuvieron en contacto hasta 1969 cuando ella murió. Además, él pintaba desde antes e incluso le hacía clases a mis hermanos Jaime, Kiko y Fernando. Por eso mismo es que actualmente dos de ellos pintan. Pero bueno..., siempre era lo mismo. No podía aguantarse de invitar historias y, lo peor de todo, era que como las contaba de manera tan entretenida y con tanta seguridad todos se las creían”.

“Así era el viejo”, recuerda Bruno Schlechter, quien llegó a vivir a Los Vilos a fines de los setenta y entabló una gran amistad con Lohse entorno a la pintura, la vida porteña, las historias y la pesca. “Le gustaba ponerle color a la vida y arreglarla para que se viera y oyera más bonita. Y ¿qué importaba? ... Eso no le hacía mal a nadie, al contrario”.
Lo mismo opinaba el acuarelista y actual presidente de la Sociedad Nacional de Bellas Artes, Alejandro Lizana. “Yo pasé largas temporadas junto a don Federico y Bruno pintando y conversando sobre inmortalidades y temas terrestres. Incluso en su casa todavía hay un cuadro que se llama “Los tres pintores” donde aparecemos él, Bruno y yo. “Era súper carrilero, pero me encantaba oírlo. Además, yo no veía las historias que contaba como una mentira, sino como sus sueños”. Y tanto le gustaban, que incluso le facilitaba los medios para aumentar los mitos. “Me acuerdo que una vez le conté que mi hermano tenía que viajar a China por viaje de negocios y don Federico no encontró nada mejor que pedirle a él que le mandara “algo” desde allá. Mi hermano, que lo conocía por mí y que tiene muy buen humor accedió encantado. Una vez en China, le envió en una carta escrita en inglés en una hoja del hotel con membrete en chino felicitándolo por su trabajo”.
La misiva en cuestión, que todavía se encuentra en un aparador en la casa de Caupolicán junto a otros cientos de recuerdos, catálogos de exposiciones, archivos de prensa y libros de visita, decía lo siguiente: “Beijing, nov, 28, 1983./ Querido señor Lohse: / Desde la República Popular China, por favor reciba mis felicitaciones por sus pinturas y su original arte. Uno de sus trabajos está colgado en mi casa de huéspedes. Es muy apreciado por la gente. Amigo Lohse, buena salud y larga vida por el arte. Sinceramente, Peng Liu Gu”.
Cuando la carta llegó a manos de Lohse, todo Los Vilos se enteró del éxito en el mundo del artista lugareño e “incluso fue noticia de portada de un diario de Illapel”, recuerda Lizana. Lo que nunca se supo es que Peng Liu Gu no era el dueño de un importante hotel en Beijing, sino Pedro Lizana Greve, el actual presidente de la SOFOFA.

El pintor naif de Los Vilos

Pero en la historia de Lohse no todo era mito y fantasía. A partir de los años setenta y hasta poco tiempo antes de su muerte tuvo un importante reconocimiento como pintor instintivo o naif a nivel nacional. El inicio de su fama artística comenzó en un caluroso día de febrero 1967, cuando dos veraneantes provenientes de La Serena y que se dirigían a Santiago se detuvieron en su almacén.
“Siempre dicen que fui yo la que lo descubrí, sin embargo, el que lo hizo fue mi marido. Yo me quedé esperando en el auto, mientras él se bajaba por unos refrescos. De repente volvió impresionado y me pidió que lo acompañara”, recuerda la escultora Rosa Vicuña. “Al apoyarnos en el mesón, la exposición que se presentó a la vista nos dejó mudos, un verdadero milagro.... Entramos en la trastienda, se hizo noche conversando, todo lo que contó era fabuloso, como su pintura. Sonriendo pícaramente, con su mirada cálida y soñadora habló de sus primeras experiencias en masa de harina ... y hasta un cocodrilo enorme (de pan) que fue famoso y sirvió para todo el pueblo en un día de fiesta... Comenzó con los pocos medios que tenía a mano, usando el óleo sobre tela o cartón; de ahí sus escenas de pescadores en alta mar, sus tempestades, la tierna calle larga de Los Vilos y la serie del paraíso terrenal”.

Cuando el matrimonio llegó a Santiago comentó entre el grupo de amigos artistas el hallazgo de Los Vilos. Uno de los enterados fue el pintor y especialista en arte instintivo Carlos Paeile, que en esa época estaba ávido por encontrar los artistas naif que habían en Chile. “Siempre me había llamado la atención esa pintura y no entendía que, existiendo Fortunato San Martín, nunca se hubiera hecho una búsqueda más intensa de otros pintores”, comenta Paeile.

Por esta razón, partió a Los Vilos a confirmar las palabras de Rosa Vicuña. No fue defraudado. Lohse era definitivamente un pintor instintivo. “Más que un estilo, esta pintura es expresión. El artista expresa por lo general una anécdota que puede ser real o imaginaria, la cual está obviamente interpretada, pero envuelta, sumergida, en un clima personal en el cual el pintor involucra en forma inconsciente su mundo, su propia individualidad con toda la problemática que lo conoce: sus conflictos anímicos, sus creencias religiosas, su evolución cultural; expresando un mundo mágico, poético. Y esto se daba en muchos de los cuadros de Lohse”, explica Paeile.
Finalmente, a principios de 1972 y cuando ya tenía un grupo importante de artistas, Paeile habló con Nemesio Antúnez y organizaron en julio de ese año la exposición Pintura instintiva chilena, en el Museo de Bellas Artes. En una entrevista realizada por El Mercurio el 18 de abril de 1978, Lohse declaraba: “No quería ir y costó mucho para que me convencieran. Viajé a Santiago contra mi voluntad, pues la capital no me agrada. Cuando llegué al Palacio de Bellas Artes, grande fue mi sorpresa. No había nadie. Me retiraba cuando salen en mi encuentro los organizadores: ‘Era en el subterráneo la cuestión’. Estaba lleno de gente y no hallaba qué hacer. Ya estaba metido en el lío... “Grande fue mi sorpresa cuando entre los 25 pintores intuitivos de Chile fui el vencedor. No me imaginé nunca que ello iba a pasar. Todos querían que les firmara el catálago ... Nunca he firmado tanto en mi vida”.
Paeile también sonríe frente a esta historia. “Fui a invitarlo personalmente a Los Vilos y quedó encantado. Además, en esa exposición, en la que participaron menos de 25 artistas, no hubo vencidos ni vencedores”, recuerda.

Después de la muestra del Bellas Artes, Paeile entabló una larga relación epistolar con Lohse con el fin de pedirle cuadros para una serie de exposiciones sobre pintura instintiva que se organizaron hasta mediados de los ochenta. Fue así como Federico expuso en 1973 en la galería Carmen Waugh, en las galerías La Fachada y el Cerro en octubre de 1985 como parte de la muestra colectiva “Pintores instintivos”, en la Galería La Fachada en 1987 en el marco de la exposición “Naifs”, y en el Centro Cultural de Las Condes.

Las últimas exposiciones en las que aparecieron sus cuadros fueron en 1989 y en 1991 en el Palacio de la Alhambra, sede de la Sociedad Nacional de Bellas Artes, invitado por su amigo Lizana que ya desde entonces era el presidente de la institución.

Un referente cultural
Después del mes y medio de luto, Lohse no fue olvidado en Los Vilos. El 23 de junio de 1993 el Liceo C-17 de Los Vilos recibió el nombre de Nicolás Federico Lohse Vargas, “en honor a su memoria y a la proyección internacional de su arte pictórico”, como dice el decreto. Por otra parte, la hermana de Federico y su hija número seis –la primera en Los Vilos-, Rosa Lohse, decidieron reabrir las puertas de la casa -que 1978 había sido decretada Galería de Arte por la Municipalidad- para que pudiera seguir siendo visitada.

Todo sigue casi igual: la casa derrumbándose, los muros cargados de más de doscientos cuadros, el aparador con los libros de visita, los catálogos de las exposiciones, la colección de conchas y botellas, el esqueleto de ballena que Lohse hacía pasar por restos de dinosaurio y la hermana Rosa explicando la historia de las pinturas. Sin embargo, ya no se venden refrescos, los frascos de dulces están vacíos, desapareció el atento auditorio y falta don Federico.


LA PINTURA INSTINTIVA DE LOHSE
El tema de la tesis de grado de Paula Navarro, alumna de la Facultad de arte de la Universidad de Chile fue la pintura instintiva en Chile. En ella se explica que el pintor instintivo usa técnicas y soluciones plásticas dadas ya por las escuelas clásicas, pero la validez de este recurso está subordinada a la incorporación de su expresividad. Allí se analizan los trabajos de un grupo de artistas, pero el énfasis está puesto en la obra de Lohse.
“ En los pueblos costeros del norte chico, el tiempo tiene otra dimensión, espacio y tiempo se aplanan. Es la suya una pintura que resume estas características: prolongados horizontes, casa bajas, todo tiende a la horizontalidad, pero no hay monotonía en esta pintura, es demasiado vívida. Las casa bajas amontonadas tiene el mismo colorido con que el ingenio del nortino sensibiliza su entorno por medio del color.. El hombre quiebra y se somete a este ciclo pintando sus casa y embarcaciones, amarillo, rosado, azulino que muy pronto se deteriora y amalgama a una esencia común. Este escenario, este color humanizado es el que pinta don Federico.
Otro aspecto muy interesante de Lohse es el mítico que abarcan leyendas y hechos religiosos. En estos cuadros el color se hace más vivo y la atmósfera mágica. El hombre trasciende su medio. Los elementos míticos conviven con el hombre común, los sacan de sus ocupaciones corrientes. Los Hombres conviven con los dioses”.

UN HOMENAJE A FEDERICO LOHSE

El siete de septiembre (2002) y a poco de cumplirse 10 años de la muerte de Nicolás Federico Lohse, se inauguró en el Bodegón Cultural de Los Vilos la exposición “Un homenaje a Federico Lohse”.
El objetivo de la muestra fue rescatar la obra de Federico Lohse, darla a conocer y valorizarla para que tanto la comunidad de Los Vilos, como visitantes reconozcan en ella una expresión artística de identidad local. El gestor del proyecto y presidente del Bodegón Cultural, Jorge Colvin, cuenta que se seleccionaron alrededor de 80 cuadros, los cuales fueron limpiados y enmarcados para luego montar la exposición en el Bodegón. “Junto con eso invitamos a un grupo de artistas contemporáneos para que acompañaran la obra de Lohse. De esta manera, también se produce la valorización de sus pares”.
Los artistas participantes fueron Pablo Domínguez,Paula Zegers, Jaime Lohse, Alejandro Lizana, Carlos Paeile, Sergio Sagüez, Bororo, Sammy Benmayor, Iván Daiber, Pilar Landerretche, Pilar Ovalle, Paula Rubio, Klaudia Kemper, Isabel Klotz, Lorena Molina, Matías Pinto, Claudia Peña, Jorge Kuhn, Carlos Salazar y Sebastián Garretón, También estarán presentes Alejandro Lizana, Carlos Paeille y Jaime Lohse, hijo de Federico.

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